Si algo prueban los últimos datos sobre vivienda es que la dificultad para acceder a una casa es un punto central en el desarrollo vital de la clase trabajadora. Fruto del funcionamiento del capitalismo, que privatiza los recursos necesarios para la vida, la vivienda es hoy una mercancía, lo que tiene un impacto evidente en la lucha de clases: afecta a cada obrera, y de forma más aguda a familias monoparentales, a las personas racializadas y a la juventud, pues está fuera de su alcance. La vivienda es hoy un campo de batalla clave, ya que actúa como un mecanismo de extracción de rentas para bancos, constructoras, inmobiliarias y propietarios privados que juegan un papel central en la reproducción de las relaciones capitalistas.
La vivienda es hoy un campo de batalla clave, ya que actúa como un mecanismo de extracción de rentas que juegan un papel central en la reproducción de las relaciones capitalistas.
Ante este problema, la ideología socialdemócrata, que impregna todo el espectro político y social, no solo acepta las premisas del capitalismo, sino que las refuerza, afirmando que este solo necesita algunas reformas. Pero sus propuestas son insuficientes, al desviar la atención del problema central: el régimen de propiedad privada, que sitúa la vivienda como fuente de lucro y no como un derecho.
Entre las propuestas del “gobierno más progresista de la historia” se encuentran varios ejes clave: i) creación de un parque público de vivienda, ii) bonos y ayudas para el acceso, sobre todo enfocado a los jóvenes, y iii) limitación del precio del alquiler y correctivos a grandes tenedores en las “zonas tensionadas”. Estas medidas, que podrían parecer paliativas, están diseñadas para perpetuar el statu quo.
Cuando se centran en el desembolso de dinero mediante bonos, avales hipotecarios y rebajas fiscales, hay que ver cuáles de las ayudas prometidas llegarán a los extractos del proletariado más perjudicados, y cuáles a una capa más adinerada que se podría permitir el acceso a la vivienda. Además, este dinero va en última instancia del Estado a la pequeña burguesía y al capital.
La socialdemocracia sabe bien cómo hacer malabares entre parecer radical cuando expone sus propuestas y defender las necesidades de los grandes capitales y de la pequeña propiedad
Por otro lado, la socialdemocracia progresista, que incluye a Podemos y Sumar, se diferencia del PSOE en que la regulación se pretende realizar mediante una tibia limitación de precios, estableciendo un límite máximo para el precio de los alquileres en zonas tensionadas, lugares donde la demanda supera ampliamente la oferta, y los precios han crecido desproporcionadamente. Pero el proletariado de otros muchos barrios puede apreciar esta subida también, sin irse a Madrid o Barcelona. La especulación con la vivienda se da en todo el Estado.
La socialdemocracia sabe bien cómo hacer malabares entre parecer radical de cara al exterior cuando expone sus propuestas en público, y defender las necesidades de los grandes capitales (constructoras, grandes inmobiliarias, etc.), y de la pequeña propiedad (con un aumento de los pequeños propietarios que especulan con la vivienda). Todavía no han entendido que la creciente organización del movimiento por la vivienda también denuncia sus insuficientes propuestas.
Actualmente, junto a la PAH y los Sindicatos de Inquilinas conviven los más recientes Sindicatos de Barrio y de Vivienda, que, atendiendo a la territorialidad de la lucha de clases, tratan cuestiones relacionadas con la vivienda pero también con la turistificación de los barrios, que afecta a sus vecinos. Así, recogen la acción sindical preexistente en el movimiento vecinal y tratan de vincular su programa con las necesidades de las capas más empobrecidas de la clase trabajadora, apostando, frente a lo institucional, por la acción directa.
Se dan las condiciones para un proceso de acumulación de fuerzas que desemboque en un movimiento crítico con el sistema que ha alimentado el problema de la vivienda, pero, para que esto ocurra, debemos señalar nuestras limitaciones y superarlas. A esto dedica sus esfuerzos la Juventud Comunista en su trabajo codo con codo junto al movimiento por la vivienda.
La contradicción que se produce entre quienes necesitan acceder a este bien y quienes especulan con él es la base de una organización solidaria que permitirá rebajar los precios de la vivienda. Desde esta perspectiva, la separación aparente entre propietarios e inquilinos, en cuanto a su necesidad de acceder a la vivienda, no es tal. Debemos reforzar los lazos que unen las luchas de los afectados por la hipoteca y por los alquileres, pues comparten un único enemigo: los especuladores.
Se dan las condiciones para un proceso de acumulación de fuerzas que desemboque en un movimiento crítico con el sistema que ha alimentado el problema de la vivienda
Tampoco podemos disociar la lucha por la vivienda de la lucha general que se desarrolla en los barrios como extensión del espacio habitado más íntimo. Los Sindicatos de Barrio aciertan al señalar cómo la gentrificación afecta al acceso a la vivienda, al contribuir a la subida de precios, de compra y de alquiler.
Debemos encontrar el equilibrio entre la definición de un plan a largo plazo y un trabajo cotidiano con nuestra clase, para no reproducir la separación entre afectados y activistas. Asimismo, es necesario avanzar hacia la unidad de todos los afectados, superando la parcelación de un conflicto que trasciende sus manifestaciones particulares. Por ello, no aspiramos a una colaboración entre plataformas, sino a la unidad orgánica, que permitirá alcanzar estos objetivos.
Ese frente unitario por la vivienda que queremos crear debe ser una herramienta al alcance de cada obrera, con fuerza y capacidad para torcer el brazo del capital
Esta unidad orgánica se vincula con el papel que el movimiento por la vivienda debe jugar en la lucha general contra el capital. Todo ello depende de la lucha política e ideológica contra las posturas conciliadoras y sus soluciones organizativas, asociadas a la lucha institucional y generadoras de la brecha entre afectados y activistas. Esta lucha ocurrirá también dentro de los frentes, pues la ruptura con esta política es un proceso de lucha ideológica y de superación de las contradicciones a las que nos enfrentamos en la actividad práctica.
Ese frente unitario por la vivienda que queremos crear debe ser una herramienta al alcance de cada obrera, con fuerza y capacidad para torcer el brazo del capital; una verdadera institución proletaria. De ahí la necesidad de implicar a toda la clase obrera en los frentes y en los debates.
La Juventud Comunista se encuentra en un proceso de concreción de los caminos por los que estos objetivos se deberán llevar a la práctica, profundizando en los conceptos de poder obrero y contrapoder, para liberar todo el potencial que encierra la lucha por la vivienda. En cada asamblea, en cada frente, en cada lucha en que las comunistas avanzamos junto con nuestra clase, no perdemos de vista el objetivo final.
¡Rompamos la cerradura que nos separa de nuestra emancipación!