Como todos los años se acerca el 30 de mayo, una fecha donde la maquinaria propagandística del capital canario se activa para vendernos las eternas bondades del archipiélago y reducir nuestra cultura al simple folklorismo barato, de cara a ocultar bajo la alfombra la crítica situación de las clases populares en las islas, endurecidas por la pandemia y la consiguiente crisis económica. Somos el territorio del Estado Español con las mayores subidas de paro, el mayor número de trabajadoras en ERTE y con mayor cantidad de personas bajo del umbral de pobreza.
Pero esto no viene del aire, ni de simplemente una incapacidad política de quienes gobiernan. Viene de la propia estructura productiva del archipiélago: una economía monopolizada por la hostelería, dependiente de los países emisores de turistas; un desmantelamiento progresivo de la poca industria local; una agricultura y ganaderías dedicadas a exportar a España y a Europa, llevándonos a la dependencia alimenticia y de recursos.
Una situación histórica que se remonta al pasado semicolonial donde las islas eran consideradas como un lugar del que extraer todo lo posible sus recursos agrícolas e importar el resto de mercancías. Una situación que empeora cuando el desarrollismo franquista impone el turismo de sol y playa con el apoyo del capital europeo, destruyendo poco a poco los sectores productivos e implantando desde el nivel autonómico hasta el europeo figuras que beneficiarán a las grandes superficies hosteleras y a los cultivos monopolísticos. Un escenario que lleva a que las islas orientales se conviertan en centros turísticos a costa de la precarización constante de sus trabajadoras y la destrucción de su medio natural, y a que las islas occidentales se vean sumidas en un vórtice de paro y despoblación. Todo gracias a un sistema productivo fundamentado en darle la máxima rentabilidad a una minoría de burgueses locales, franquiciados del capital español y europeo, a base de la explotación constante a la mayoría trabajadora, la clase obrera canaria.
En esta situación, ¿qué tenemos que celebrar el 30 de mayo?
La oligarquía sí tiene mucho que celebrar este día. Es la fecha en la que se reúne por primera vez el Parlamento de Canarias, el día en el que aprovechan la lucha que durante décadas llevaron a cabo las clases populares para conseguir mayor grado de democracia y autogobierno para construir la expresión política-institucional que consolidase su poder. La herencia del 30 de mayo ha sido 40 años de gobierno de partidos subsumidos al interés de una minoría, la ausencia total de soluciones al problema territorial salvo para defender los intereses de la burguesía local y la consolidación de las islas como una semicolonia al gusto del capital español y europeo.
Pero el resto no tiene nada que celebrar. Ante sus instituciones, su economía y su festividad, es hora de que, como clase obrera, nos organicemos para reclamar aquello que es nuestro. Un modelo productivo donde nosotras, las que creamos la riqueza, no nos veamos constantemente explotadas ni haya lugar para la pobreza. Donde verdaderamente haya una soberanía popular y alimenticia. Donde haya un nuevo modelo de relaciones con el resto del Estado basadas en la solidaridad y la cooperación en vez de la competencia constante del capital. Donde podamos avanzar económicamente sin depredar los recursos de nuestras islas. En definitiva, una III República como un paso más hacia el Socialismo.
Y para ello es necesario la organización popular en todos los niveles: desde los institutos hasta los centros de trabajo, desde los barrios hasta los pueblos, es necesario crear un tejido combativo que haga la batalla por nuestras condiciones inmediatas en todos nuestros ámbitos. Pero también nos hace falta una organización continua, del día a día, decidida a romper con el sistema capitalista que crea y mantiene nuestra explotación. Porque esa vida digna es incompatible con el capitalismo.
¡El 30 de mayo no hay nada que celebrar! ¡Construye Poder Popular, afíliate a la Juventud Comunista!