“La Mandrágora” es uno de esos discos objeto de coleccionista por las condiciones en las que se produjo, pues en el bar madrileño que dio nombre al disco se encontraron musicalmente tres de sus autores más habituales: Javier Krahe, Albérto Pérez y un desconocido Joaquín Sabina.
Un disco cargado de humor ácido en el que destacan canciones como “La hoguera” donde trata la cuestión de la pena de muerte, o las adaptaciones al castellano del cantautor francés Georges Brassens en “Marieta” y “La Tormenta”.
Es el primer disco en el que se graba “Pongamos que hablo de Madrid” la popular canción de Joaquín Sabina, pero es en “Adivina, adivinanza” donde habla de la muerte del dictador Franco y afirma que nunca enterrador alguno conoció tan alto honor de dar sepultura a quien era sepulturero mayor. La hipocresía eclesiástica en “Santo Varón” o la lógica de la sociedad capitalista en “Círculos Viciosos” completan este disco atípico que nunca volverá a repetirse en tales circunstancias, y es que tras el mismo se obtuvieron tres carreras musicales muy distintas en muchos aspectos.