Durante la crisis del Ébola en África, diversos investigadores del virus daban a conocer las dificultades de acceder a los estudios para encontrar una cura. La mayor parte de estas investigaciones estaba bajo propiedad intelectual con unos precios abusivos, imposibilitando debido a su capacidad económica el acceso a una información amplia y de calidad. Siguiendo esta misma lógica mercantilista, tenemos el caso de las patentes de la vacuna del COVID-19, donde la elaboración ha sido llevada a cabo con una gran cantidad de financiación pública, mientras la titularidad de estas está en manos de distintas farmacéuticas. Una vez más, los beneficios del capital se anteponen a las necesidades de nuestra clase.
Estos casos no son los únicos: el acceso al conocimiento, la creación y referencialidad cultural y científica queda vetado para el conjunto de nuestra clase. La Academia de la burguesía sigue encargándose de dictar sentencia ante la creación, distribución y propuesta discursiva hegemónica, sin olvidar el papel de las grandes corporaciones, cuyo beneficio se incrementa por medio de distintos mecanismos de pago. Por tanto, nos encontramos con una barrera tanto cultural como social, siendo necesario un conocimiento de la Academia y su lenguaje burgués para poder acceder y comprender el desarrollo científico-tecnológico promulgado por las clases dominantes y donde la clase obrera cada vez tenemos un papel más irrelevante: ni somos las receptoras de sus mensajes bajo la elitización clasista del conocimiento, ni tenemos la opción de poder estudiar en las universidades donde se plasman los primeros pasos de la investigación.
El conocimiento científico debe estar al servicio de nuestra clase para su estudio y divulgación, poniendo en la mira los intereses de nuestra clase por la mejora de lo colectivo frente a los posicionamientos capitalistas que caracterizan este conocimiento como propiedad privada.
Es necesaria la búsqueda y localización de un conocimiento esencial para avanzar hacia una sociedad libre y accesible en todos los ámbitos de la ciencia y de la cultura. Debe haber un conocimiento científico al alcance de toda la humanidad para su estudio y divulgación. El conocimiento debe ser socializado con el fin de que esta crezca y avance. Estos avances se consideran en el mundo capitalista como propiedad intelectual al igual que los productos culturales, en forma de propiedad privada.
Como Juventud Comunista reivindicamos el uso y fomento de la propiedad intelectual como proyecto humano colectivo alejado de las lógicas mercantilistas a las que nos vemos sometidas a la hora de usar cualquier recurso.