La juventud trabajadora vemos continuamente nuestra vida afectada por decisiones de las que no formamos parte en ningún momento. Reformas laborales que hacen que cada vez sea más barato nuestro despido, que nos ponen a merced del empresario y que nos obligan a trabajar cada vez más cobrando menos .
Todo gira en torno a la máxima obtención de beneficios por parte de una minoría que vive a costa de nuestro trabajo, ya sea exprimiéndonos en nuestro puesto o recortando en la educación o la sanidad que pagamos con nuestros impuestos. Y así seguirá siendo mientras no decidamos ponerle freno.
El capitalismo es un sistema contrario a la democracia y que nos condena a la precariedad y al desempleo. No debemos engañarnos, esto no cambiará hasta que quien dirija la sociedad seamos los propios trabajadores y no los multimillonarios dueños de las grandes empresas y bancos.
Para lograr este cambio el primer paso es exigir democracia en nuestros propios centros de trabajo y hacer cumplir los derechos que tanto nos ha costado conseguir, así como ir adquiriendo nuevos. Si bien los dueños de las fábricas, de las empresas, tienen el dinero y las leyes a su favor, nosotros/as formamos un ejército mucho mayor, pues somos la gran mayoría de la sociedad quienes vivimos de nuestro trabajo. Los intereses de nuestros jefes son opuestos a los nuestros y en consecuencia no nos queda más remedio que organizarnos para combatirlo con la mayor unidad posible.
Si somos quienes creamos la riqueza de un país y hacemos que este funcione tenemos también la capacidad para plantarles cara, decir basta y conquistar una vida con dignidad. Convocar elecciones a delegados de personal y comités de empresa; crear secciones sindicales donde no los haya, así como tomar las decisiones de forma asamblearia son tareas indispensables en estos momentos. Y sobre todo, avanzar hacia la unidad de toda la clase trabajadora para demostrar nuestra fuerza.
La verdadera democracia es la que está sustentada en base a las necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares, en la que nosotras/os seamos partícipes de la gestión y las decisiones en los centros de trabajo. La juventud, uno de los sectores más afectados por la crisis, debemos ser también los principales impulsores del cambio, en primer lugar volviendo a organizarnos a través del sindicato, como principal herramienta que tenemos para la defensa de nuestros derechos.
Porque ya es hora de que la democracia atraviese las puertas de las empresas.